lunes, 16 de noviembre de 2009

Australia pide perdón a medio millón de niños

Australia ha vuelto a pedir perdón por segunda vez en dos años. La primera vez fue hace un año, cuando se disculpó por los abusos cometidos por los colonos anglosajones contra los pueblos aborígenes. Esta vez se trata de uno de los secretos más oscuros de esta joven nación: el abuso y la explotación laboral de medio millón de niños australianos e ingleses entre 1920 y 1974 en orfanatos públicos.

"Os pido perdón por la tragedia absoluta que sufristeis al perder vuestra infancia. Miramos hacia atrás avergonzados de que pasarais frío, hambre y soledad y sin tener a nadie a quien pedir ayuda. Sufristeis abusos físicos, humillaciones crueles, violaciones sexuales", afirmó hoy el primer ministro australiano, Kevin Rudd, ante cientos de víctimas emocionadas en el Parlamento.

Muchos de estos menores eran enviados desde el Reino Unido para aliviar la pobreza allí y repoblar las ex colonias de Canadá, Australia y Nueva Zelanda. Eran separados de sus familias a la fuerza o bajo promesas de una vida mejor. Sin embargo, luego eran enviados a orfanatos, donde sufrían malos tratos e incluso abusos sexuales. A muchos les contaron que sus padres habían muerto. Una mentira oficial. Otros terminaron trabajando como mano de obra infantil y muy barata. Ahora estos niños sin infancia son personas de mediana edad o ancianos con una deuda pendiente con su propio pasado. Esta generación se conoce como la de los "niños olvidados" o los "australianos olvidados".

No recuerdo que ningún país haya pedido disculpas por las atrocidades cometidas en un pasado lejano o más cercano en el tiempo. La Iglesia Católica lo hizo por las persecuciones, torturas y asesinatos cometidos por la Santa Inquisición. Aunque yo todavía recuerdo cómo un sacerdote que fue profesor mío alegaba que el proceso contra Galileo no fue por motivos religiosos sino "técnicos".

En cualquier caso, reconforta que un Gobierno y un país tengan el coraje de pedir perdón, aunque sea de forma simbólica y sin compensación económica. El perdón no sólo ensalza al que comete una iniquidad, sino que también devuelve la dignidad a las víctimas. Los australianos han obrado así con un sólo objetivo: que no vuelva a repetirse los horrores.

Guerras y masacres en muchos países todos los continentes. La guerra civil española, por reciente, sigue levantando ampollas. Quizá el problema sea también de perspectiva, sobre todo entre los que no la vivieron. No se trata de echar las culpas al otro, sino de reconocer los errores del bando que uno defiende. El estado perfecto, si existe, es la tercera España, la que no se alinea con ninguno de los extremos.

viernes, 6 de noviembre de 2009

Piercings desmesurados para honrar a los dioses

Hola. Bienvenidos a Phuket, la hedonista isla de Tailandia. ¿Quién no conoce sus paradisíacas playas? Sin embargo, muy pocos han visitado unos de sus rituales más originales y estremecedores: el festival vegetariano.

El festival comienza de madrugada en los templos chinos que abundan en la ciudad. Al son de los tambores, decenas de jóvenes se agujerean los rostros con todo tipo de objetos. Espadas, cadenas, sombrillas o largas escopetas. Estos espectaculares piercing sirven para rendir homenaje a alguno de los incontables dioses chinos, por los que son poseídos en este ritual.
Algunos llevan su fe hasta el extremo y se infligen cortes en la lengua con un machete o hacha.

Los orígenes del Festival Vegetariano de Phuket se remontan a 1825. Un grupo de teatro ambulante se encontraba en la isla para entretener a los compatriotas suyos que trabajaban en las minas. Un día, los cómicos cayeron enfermos y se recuperaron milagrosamente. Al ser preguntados por los locales, respondieron que habían seguido una dieta estrictamente vegetariana y se habían encomendado al emperador de los dioses.

Los chinos de la diáspora, los que huyeron de las hambrunas chinas sobre todo en el siglo XIX, han evolucionado de distinta forma a sus parientes de China. Tras las represiones ocurridas durante la revolución cultural, Mao Tse Tung se empeñó en borrar toda manifestación religiosa o intelectual no dedicada en cuerpo y alma al comunismo. Así, los turistas chinos quedan tan absortos ante la procesión de poseídos como cualquier otro extranjero. 

Las autoridades chinas tratan ahora de recuperar parte de su legado milenario, como la filosofía de Confucio. Aunque no creo que se decidan a llenar sus calles de jóvenes atravesados con espadas y mutilándose la lengua. O quizá sí, depende del beneficio económio. Já.

 Durante este festival religioso, los creyentes se alimentan estrictamente con una dieta vegetariana y observan diez normas especiales, que incluyen la abstención de sexo y de alcohol, así como vestir de blanco.

Los participantes aseguran que no sienten dolor. Según ellos, los dioses se introducen temporalmente en sus cuerpos para comunicarse con el resto de la comunidad. Tras exhibir semejante espectáculo, los participantes vuelven a ser las personas tranquilas y hospitalarias de siempre. Y por muy violento y sangriento que sean altunas partes del ritual, familias con niños de todas las edades son puntuales todos los años para ver la procesión.

Aunque la mayoría de los tailandeses de origen chino sólo hablan tailandés, la lengua de sus antepasados está presente en las pancartas y en las canciones emitidas desde altavoces a lo largo de la marcha.

Hogares y tiendas colocan altares delante de sus puertas para recibir la bendición de los dioses a través de los poseídos, ataviados con capas y un látigo que restallan de contra el suelo. Miles de petardos son explotados en torno a los tronos donde los voluntarios portan a sus dioses. Cuanto más ruido mejor, ya que espanta la mala suerte.

Al volver al templo, los dioses abandonan los cuerpos de los devotos penitentes, que quedan exhaustos. Su tarea está cumplida. Los dioses serán benévolos con los vecinos de Pukhet.

Abajo un vídeo con los momentos más estelares: