sábado, 13 de diciembre de 2008

¡Un elefante se balanceabaaaa!


El elefante sabe dónde se para, no es tonto...
La otra noche volvía a casa casi sin aliento tras un día de manifestaciones y contramanifestaciones en Bangkok y ocurrió lo que llevaba tanto tiempo esperando: me topé con uno de las decenas de elefantes que pasean por el centro de la ciudad como una atracción turística. Para no abusar, le pagué al dueño del animal 100 bat (2,2 euros) y le pedí que me dejaran tomarle fotos. Sus cuidadores pasearon al paquidermo por las calles de Nana, uno de los barrios rojos de Bangkok. A cambio de unas cuantas monedas, los turistas pueden alimentar al elefante con caña de azúcar y plátanos.
Las ONG protectoras de los animales han pedido a las autoridades que eviten esta forma de humillar al animal, que además vive en un entorno hostil y completamente ajeno a su hábitat natural. "Fíjate en sus ojos, están llorosos, tristes, porque ellos añoran la selva", me comentó un tailandés. También hay quienes justifican en parte su presencia en la capital.
"La Policía no sabe qué pueden hacer con ellos. Si los apresan, tienen que alimentarlos, lo que es muy caro. Prefieren aceptar un soborno de los cuidadores y dejarlos hacer", me explicó el dueño de un puesto callejero.
Desde que Tailandia prohibió la tala de árboles, miles de elefantes, que antes ayudaban a mover los troncos por terrenos de difícil acceso, se quedaron sin trabajo. A mi me recuerda al caso del burro en España, donde tras su desuso en los pueblos se ha convertido en una especie en peligro de extinción. Es triste que algunos animales no tengan más salida que desaparecer o convertirse en atracciones de feria.

Luna sonriente sobre turistas extraviados




El lunes 1 de diciembre de 2008 la luna sonreía sobre el cielo de Bangkok, tal como aparece en la foto de arriba. Una amiga tailandesa me dijo que era una señal propicia, el anuncio de que algo positivo pasó esa noche o en los días sucesivos. Yo no sé. Pasé ese día con los españoles extraviados por la ocupación de los aeropuertos de la capital a manos de los manifestaciones antigubernamentales. ¿Resultó algo positivo de mi experiencia? No lo sé. Para los turistas, sí, después de que el presidente Zapatero les enviase los aviones para rescatarlos. Pero ni el plan de repatriación ni la luna sonriente calmaron los ánimos encrespados. Un tipo con cara de perro llegó a dale un manotazo a mi cámara. "Te lo he dicho por quinta vez -espetó-, no quiero fotos". Pues, hijo, yo a ti era la primera vez que te veía. Por descontado, no tengo foto del energúmeno con cara de almorrana. Otros, cierto, se portaron mejor en incluso dieron las gracias.
Luego llegaron las peleas y discusiones porque la mayoría se empeñó en subir en el primer avión. Parecían escolares avalanzándose sobre columpios. ¡Yo primero! El momento más denigrante llegó cuando una embarazada tuvo que ceder su sitio a los que se empeñaron en subir a toda costa en el primer avión. Igual de eso, mitad desprobración mitad incredulidad, se reía al luna.


Policía tailandesa improvisó un dispositivo de seguridad para pasajeros españoles

miércoles, 3 de diciembre de 2008

Tailandia, entre las mareas amarilla y roja


Manifestantes antigubernamentales cerca de la sede del Gobierno

BAngkok, 3 de diciembre de 2008.



Tailandia se ha librado de las manifestaciones amarillas de los antigubernamentales, pero ahora quedan los que, vestidos con el color rojo, reivindican la legitimidad del Ejecutivo inhabilitado por el Tribunal Constitucional.
En las últimas 48 horas, los seguidores de la Alianza del Pueblo para la Democracia (APD) han desalojado la sede del Gobierno, que ocuparon el pasado agosto, y los dos aeropuertos de Bangkok, cerrados desde la semana pasada.
Los cerca de 300.000 turistas afectados recibieron con júbilo la inesperada noticia.
El fin de las protestas se produjo horas después de que el Constitucional disolviera a tres partidos de la coalición del Gobierno e inhabilitara por cinco años al primer ministro, Somchai Wongsawat, y a otros miembros de su Gabinete por haber cometido fraude electoral en los pasados comicios de diciembre de 2007.
Sin embargo, los líderes de la APD, que utiliza el color amarillo como seña de identidad, han amenazado con volver a tomar los aeródromos de la capital si el próximo Ejecutivo vuelve a estar representado por otros políticos de la coalición, a la que acusan de corrupción.
El fallo judicial cayó como un jarro de agua fría sobre los seguidores del Ejecutivo, quienes ataviados con camisetas rojas se concentraron en la sede judicial para protestar contra el Constitucional. Al medio día, se trasladaron a la explanada frente la sede de la Gobernación de Bangkok, donde han montado un escenario.
Esta mañana sólo quedaban unos pocos que, tras pasar toda la noche a la intemperie, mostraban una mezcla de cansancio y de determinación por luchar por lo que consideran una causa justa.
Los manifestantes, que se hacen llamar la Alianza Democrática contra la Dictadura (ADD), indicaron que esta tarde volverán a reunir a miles de personas para expresar su respaldo al Ejecutivo.
"Estamos aquí para defender a la democracia contra un grupo, el APD, que pretende derrocar a un Gobierno que cuenta con el apoyo mayoritario de la sociedad tailandesa", me explicó Pisit Dabsomdej, un profesor jubilado de 63 años.
"Ellos cuentan con el favor de la elite, del estamento militar y de los jueces, por eso han conseguido que la Justicia derroque en unos pocos meses a dos jefes del Gobierno y que el Ejército no impidiera la ocupación de los aeropuertos", lamentó.
El Tribunal Constitucional también provocó en septiembre la caída del ex primer ministro Samak Sundaravej, acusado de incompatibilidad por trabajar en un programa culinario siendo jefe del Ejecutivo.
Un simpatizante de la ADD, que prefirió permanecer en el anonimato, sugirió que los activistas antigubernamentales también cuentan con el respaldo de las familias cercanas a la monarquía.
"Se sienten amenazadas por la nueva elite económica representada en el Gobierno, que son los mismos políticos que derrocó un golpe de Estado hace dos años", subrayó.
Wongsawat y Sundaravej, igual que hicieran sus aliados antes del golpe militar, se ganaron el favor de la población rural, la más empobrecida y la mayoritaria del país, mediante políticas de acceso casi universal a la sanidad y la concesión de préstamos a bajo interés.
Sin embargo, los partidos del Ejecutivo también se han visto salpicados por casos de corrupción y fraude electoral y la Alianza antigubernamental los acusa de ser unos títeres del ex primer ministro Thaksin Shinawatra, depuesto en el golpe militar de 2006 y condenado a dos años de cárcel por un tribunal tailandés.
Shinawatra, que se encuentra exiliado en Dubai, ha advertido de que el antagonismo en la sociedad tailandesa puede degenerar en un baño de sangre.
La solución de la APD, por su parte, es limitar el sistema electoral, ya que consideran que la mayoría rural no está formada para ejercer este derecho democrático y es susceptible de la compra de votos.
En este momento, solamente el venerado rey, Bhumibol Adulyadej, cuenta con la autoridad suficiente para acabar con una crisis que ha dividido profundamente a Tailandia y que no ha culminado, como muchos vaticinaban, con una nueva asonada militar.

Los atentados con explosivos, las cargas policiales y las trifulcas entre los grupos rivales han causado media docena de muertos y cientos de heridos.
"A diferencia de otros momentos en nuestra historia, ahora el problema consiste en que las tensiones políticas enfrentan a grupos civiles entre sí y no contra el Gobierno o el Ejército", sentenció una periodista tailandesa.

Ambos grupos representan a dos caras de la misma sociedad y utilizan parecida parafernalia.
Mientras que la APD agita manoplas en forma de mano, las de la UDD son pies. Por lo demás, las manifestaciones de ambos ofrecen el mismo panorama: mítines políticos amenizados con música en directo, a cuyos sones bailan mayores y niños.
Y sabrosa comida tailandesa y masajes para mimar a los manifestantes. Alea jacta est!



Manifestantes seguidores del Gobierno tailandés en la sede judicial

Escucho música de camino a la manfifestación


Manifestante en Aeropuerto de Bangkok

Poramat Artvilai, Mookdawan Buathong, Mohammed Sawawy o Joe Gibney. Nombres de personas que me relatan parte de su biografía, sus motivos y sus metas. "Yo quería viajar a Meca", "luchamos contra un Gobierno corrupto", "muestro mi respaldo por los manifestantes".
Mientras bajo en el tren elevado en Bangkok, en dirección a las manifestaciones de la Alianza antigubernamental, escucho en mi Ipod, ese MP3 complicado, a la mexicana Julieta Venegas.
"Porque no supiste entender a mi corazón... no tuviste el valor de ver quien soy... porque no escuchas lo que está tan cerca de ti... No voy a llorar a para decir que lo no merezco, porque es probable que lo merezco, pero no lo quiero, por eso me voy".
La prensa es mentira, las noticias son mentirijillas que ni siquiera son piadosas. Nunca imaginé que la mentira podía ser tan idéntica a la verdad. Vamos, igual igualita.
La realidad se reinventa, ¿verdad Borges: "Pierre Menard, autor del Quijote"?
Amigos y enemigos, un saludo.

Viajeros versus turistas

"Yo siempre como en los puestos de la calle y me hospedo en albergues", me contó un estudiantes alemán que me encontré en Sukhothai, considerada la cuna del Reino del Antiguo Siam y la moderna Tailandia. "Recalé en Sukhothai de casualidad, me dirigía a Chiang Mai y decidí pararme en esta ciudad".
A este tipo de visitantes yo los llamo "viajeros" en contraposición a los "turistas". Para mí un viajero es aquél que no se pliega a las rutas que le marcan las agencias de viaje, no se aloja en caras cadenas hoteleras ni come en restaurantes de postín, regentados por extranjeros. Un viajero come en los restaurantes y en albergues locales, la mayoría propiedad de los oriundos del país.
La mayoría de los viajeros son "mochileros", pero no todos los mochileros son viajeros. Una condición del viajero también es interesarse por la cultura del país y respetar su identidad y el medio ambiente. Yo he visto a muchos mochileros dejar los litros de cerveza vacíos y sus basuras en cualquier esquina.
Viajar es una actividad de disfrute, pero no sencilla. Hay que hacer los deberes antes de visitar el país o la región en cuestión, lo que resulta difícil con el ritmo de vida que llevamos. Internet, por supuesto, facilita mucho esta tarea. No es malo ser turista, yo lo he sido, pero le quita mucho encanto al descubrir nuevos territorios y gentes.
Patrick Remmel, el alemán, y yo atravesábamos en bicicleta la fascinante ciudad histórica de Sukhothai cuando paró un autobús lleno de turistas. Se bajaron del autobús con ansias de estirar las piernas y tomar fotografías. En este caso eran bastante ordenados. Pero muchas veces los grupos de los viajes "organizados" se comportan como hordas que avasallan con todo lo que se encuentran a su paso, para la alegría de los vendedores de "souvenires".
A un viajero no le importa perder el tiempo ante un monumento de belleza antigua y misteriosa, recrearse en él. No tiene que acumular el mayor número de lugares visitados por días, como si se tratase de recoger caramelos al pasar la carroza de los Reyes Magos.
Pero Remmel, ¿cómo puedes desconocer quién fue Erwin Rommel, tu afamado compatriota, con lo que se parecen vuestros apellidos? ¿No teníais películas de sobremesa en Alemania? Que raro.


Este templo está realmente en Sri Satchanalai, que fue parte del Reino de Sukhothai.