viernes, 28 de marzo de 2008

Flagelantes y "kristos" en Filipinas

La sangre nos salpica al pasar junto a los flagelantes, que se abren las carnes de la espalda a latigazos. Desde primera hora, los penitentes enfilan por las calles de San Pedro de Cutud, en Filipinas, acompañados por sus familiares y amigos. Uno de ellos se tiende en el suelo con los brazos en cruz mientras sus familiares le zurran con la fusta. Los más pequeños asisten al espectáculo con la naturalidad de quien presencia un desfile de bomberos.
  
Gaspar


Penitente soportando la cruz en San Pedro de Cutud

Llegamos al pueblo sobre las ocho y media de la mañana del Jueves Santo. San Pedro de Cutud, situado al norte de Manila, ya es un bullicio de turistas, curiosos y locales intentando hacer negocio en el único día del año en el que el son el foco de las miradas de medio mundo.

A lo largo de las calles soleadas, los conductores las motos con sidecar y los triciclos nos llaman para acercarnos a la colina donde van a celebrarse las crucifixiones del pueblo. Improvisadas tiendas de refrescos y tentempiés jalonan el trayecto desde el centro del pueblo al Gólgota filipino.

Los penitentes caminan con solemnidad. El polvo y la sangre se mezcla en sus pantalón y en sus espaladas, que resplandecían a la potente luz del sol. Llevan el rostro cubierto con paños oscuros, atados al cuello. del sol. A pesar de lo cruento de la imagen, los filipinos se toman la Semana Santa de forma relajada y alegre. La gran carga emocional de los que se crucifican y los flagelantes encubre una forma de entender la religión poco ortodoxa.

  Gaspar
 
 Penitente se flagela delante de una iglesia

Los penitentes avanzan unas veces en hilera y otras en soledad mientras se flagelan con fustas de látigo terminadas en cilindros de madera. Pude comprobar, al acercarme a tomar una foto, que los latigazos salpican de sangre. Por suerte, la sangre es fácil de limpiar y no me costó mucho sacar las manchas de mi camiseta y pantalón..

Los "kristos" filipinos cargan con la cruz y recorren el via crucis por las calles del pueblo. Una vez en el monte Gólgota, representan los hechos según fueron narrados en los Evangelios ante miles de turistas y una legión de periodistas, quienes esperan bajo un sol infernal. Romanos disfrazados les atraviesan los pies y manos con clavos de 16 centímetros e izan la cruz.

Este año se crucificaron unos 16 hombres y 2 mujeres, custodiados por los romanos y llorados por la Virgen y Magdalena. Tampoco faltan el ladrón arrepentido y el que queda a la derecha, que no abre la boca durante la función.

El origen de este ritual data de 1961, cuando el curandero Arsenio Añoza emuló a Cristo con la esperanza de recibir poderes divinos para leer el futuro. Ahora la mayoría lo hacen por “panatas” o promesas a Dios y también por bravura. Algo parecido a lo que ocurre en las procesiones de la Semana Santa en el sur de España. Ahora este ritual se repite otras ciudades filipinas.

Rubén Enage revive la experiencia en la cruz desde 1986. Es carpintero como José, pero el resto de su vida no tiene nada de evangélica. Mientras su mujer regenta el chiringuito de juego y apuestas que tiene instalado en su casa, una chabola con tejado de cinc, y él gana algo de dinero con las peleas de gallos. Siempre esperando a que llegue "el gran día".

 Gaspar

 
 Romanos hizan cruz del "kristo" Rubén Enage

Unos tildan de grotesco las imágenes de los flagelantes y los “kristos”, en idioma tagalo, y otros lo califican de “carnaval”. En cualquier caso, éste ha sido el resultado de sumar la severa tradición católica que los españoles llevaron a Filipinas y el carácter festivo y emocional de los naturales del país.

La Iglesia Católica desaconseja las crucifixiones y las flagelaciones, si bien no desautoriza su práctica. Como dijo el párroco de una iglesia de San Pedro, “no se puede poner en entredicho su fe, aunque no sea la mejor forma de demostrarlo”.